EL PADRINO (The Godfather)

 

TÍTULO ORIGINAL The Godfather
AÑO 1972
DURACIÓN 175 min.
PAÍS Estados Unidos
DIRECTOR Francis Ford Coppola
GUIÓN Francis Ford Coppola y Mario Puzo (Novela: Mario Puzo)
MÚSICA Nino Rota
REPARTO Marlon Brando, Al Pacino, James Caan, Robert Duvall, Diane Keaton, John Cazale, Talia Shire, Richard Castellano, Sterling Hayden, Gianni Russo, Rudy Bond, 

John Marley, Richard Conte, Al Lettieri, Abe Vigoda, Franco Citti
PREMIOS 1972: 3 Óscars (Mejor película, actor -Marlon Brando)- y guión adaptado). 11 

nominaciones
1972: Globo de Oro: Mejor película: Drama
GÉNERO Drama | Mafia. Crimen. Años 40. Años 50. Película de culto

La canción de Nino Rota, es, sin lugar a dudas, una de sus composiciones más (merecidamente) celebradas: su aportación a la magistral cinta de Coppola, El Padrino, constituye un elemento fundamental en lo que se refiere a la propia idiosincrasia de una trilogía de factura única. Intentaré desgranar estrictamente aquellos aspectos más significativos que, a mi entender, Coppola apunta en la primera entrega de la tríada que inició en 1972 junto a Mario Puzo, sin olvidar referencias a las partes II y III de este corpus indisoluble.
El mismo Rota apuntó en una entrevista que el encargo de Coppola fue muy claro: nada de música ‘de gángsters’, policiaca o similares. La petición que le fue hecha contenía una palabra clave que Rota no solamente interiorizó sino que defendió magistralmente: meridional. Coppola quería una banda sonora que imprimiera carácter a su largometraje y subrayara los rasgos ancestrales de la saga Corleone. En un encuentro entre Coppola y Rota, en Roma, en enero de 1972, con la película prácticamente terminada, director y compositor pulieron diversos aspectos vinculados a la banda sonora del film. Gracias al acceso al material extra que las ediciones actuales de la trilogía ofrecen, podemos seguir la narración del propio Rota acerca de los principales temas musicales de la película. Ante todo, la composición del vals central, que empieza como apunta Rota ‘lentamente’. Según Coppola el tema resulta lo suficientemente ‘abstracto’ como para funcionar, a lo que Rota asiente, partiendo de la estructura y armonía típicas del género pero ‘extendidas’. A Coppola le pareció tan bonita esta melodía, la del vals, que optó por sumarla a nuevas escenas (en la primera entrega, por ejemplo, esta melodía subyace en la inquietante escena del hospital). La construcción del Mike’s Theme también resulta memorable. Rota otorga a esta melodía todo el dramatismo de lo que acontecerá al joven Michael (ver en este sentido cómo este tema aparece de manera reiterada, en solitario o combinándose con otros, como es el caso de No tears for Tessio, tema al cual Rota suma el Michael’s Theme).
Más allá de recomendar encarecidamente la audición del nostálgico y efectista, brillante y, ante todo, inspirado Godfather Waltz (Corleone’s Waltz, en la partitura de Rota) quisiera destacar cómo Rota, en su banda sonora, matiza esta primera composición con un segundo tema que adquirirá a lo largo de las tres entregas un creciente protagonismo hasta centrar, en la tercera parte, un momento álgido en lo que a emotividad se refiere: el Godfather’s Theme, interpretado a solo por el joven tenor Anthony Vito Corleone, con el único acompañamiento de la guitarra.

Una de las claves del éxito de la credibilidad de la trilogía que nos ocupa es el económico e inteligente uso de la música en cada una de las entregas. En este sentido, la ausencia de ‘hilo musical’ en los tramos de mayor violencia y dramatismo enfatiza dichas escenas. ¿Hiperrealismo? En ningún caso. Simplicidad y destreza, únicamente. Coppola aparece cometido en todo momento, ‘orquestando’ esta gran construcción catedralicia que es su trilogía. Ni tan solo en momentos de sumo riesgo, resbala. Me refiero, sin ir más lejos, a la trágica y electrizante muerte de la joven Mary Corleone. El no-grito de Pacino resulta absolutamente desgarrador. Únicamente el intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni puede rubricar tan cruel final, tamizado por las nostálgicas imágenes del vals danzado por la dulce Apollonia (inmortalizada en el film por la bella Simonetta Stefanelli), a las cuales Coppola enlaza fragmentos del baile entre Michael y Kay y, para finalizar, de Michael y Mary.

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